Cerca de medianoche siente la espalda cansada y como casi todas las noches palpita el corazón agujereado, ¡pero que más da!... con el credo que aviva la idea de que su cuerpo como el papel soporta todo, se anima en convencer a un despistado y urgido a liberar sus instintos… todo hasta aquí es tan fácil, tan simple… muestra la redondez de sus cuarenta de sujetador, las piernas bienhechoras de su metro ochenta, los ojos marrones que de tantos amoríos la hicieron partícipe…y convencer es fácil, simple… tras caminar diez segundos por un corredor tan angosto como sucio están en un cuarto color crema, él con sus ganas de zarandear las inquietudes y ella con las técnicas que logran que el momento no se alargue más de lo debido… frente a unas sábanas toscas, un gran espejo en el techo y con una cumbia de fondo musical, gira la cabeza y ve caer unos pantalones, aparece una ropa interior barata, de color violento… se dirigen a un pequeño recipiente con agua fría y mientras él acaricia torpemente su nuca, ella lava lo que no le apetece con una destreza casi de alfarería… después siente unos besos bruscos, se tiende en la cama y divisa su reflejo en el espejo que ocupa gran parte del techo, siente la intromisión de un cuerpo que no ama... y con las sabanas toscas, la cumbia de moda, el cuarto color crema, la agitación del convencido y urgido, siente que el corazón se le agujerea un poco más mientras el pensamiento dibuja la imagen de su pequeña, y la risa de su pequeño… recuerda que tiene que aplicar las técnicas para que el rato sucio y agobiante termine, recuerda que no ha logrado ser lo que soñó cuando era niña, y aparece otra vez la risa de su pequeño, la mirada brillante de su pequeña… se siente tan poca cosa, tan sucia,…vuelve a ver su reflejo en el espejo y recuerda que es una, madre...